En los últimos veinte años o más, la idea del “éxito” nos ha obsesionado, convirtiéndose en uno de los signos más característicos dentro de una sociedad de crecimiento y dominante, como participantes activos de esta sociedad, perseguimos el objetivo de “tener éxito en la vida”, pero surge un problema y es que dicho éxito se presenta bajo unas “condiciones” muy limitadas, que apuntan solo hacia la acumulación de riqueza, poder y/o influencia.
Dentro de este contexto, no está concebido incluir el “fracaso”, es algo a lo que tratamos d escapar a toda costa porque significa que no cumplimos las reglas sociales que nos establece el entorno y por ende se piensa que no somos lo suficientemente listos o capaces como para alcanzar la meta que todos se proponen. Por eso, cuando fracasamos intentamos ocultarlo, negar los hechos o pretender que no ha sucedido nada. Esa obsesión por el éxito y el terror por el fracaso nos convierte en personas inseguras y vulnerables.
No sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es la única opción
La resiliencia es una capacidad que se potencializa en los momentos de dificultad. Quienes han vencido una enfermedad grave, por ejemplo, a menudo reconocen que la experiencia les ha hecho más fuertes, permitiéndoles descubrir una fortaleza interior que creían no tener. Cuando la adversidad hace presencia en nuestras vidas, nos obliga a activar nuestros recursos psicológicos, permitiéndonos descubrir unas facultades antes desconocidas de resistencia y perseverancia. Cuando finalmente logremos salir de esa situación, algo habrá cambiado en nuestro interior: ahora sabemos que somos capaces de afrontar las dificultades y los fracasos sin desmoronarnos.
De esta manera, cuando volvamos a encontrarnos en problemas, podremos confiar en nuestra capacidad para salir adelante. Podremos confiar plenamente en nosotros porque sabemos exactamente hasta dónde somos capaces de llegar y lo que podemos soportar.
Cuando sintamos que el fracaso o las dificultades están llegando a nuestro camino traigamos a nuestra memoria la frase del cantante Neil Young:
“La otra cosa que tenéis que estar dispuestos a hacer consiste en ser capaces de abrazar, aceptar y acoger en vuestras vidas, con los brazos abiertos y una visión muy amplia, el fracaso. Aseguraos de darle siempre la bienvenida al fracaso. Decid siempre: Fracaso, encantado de tenerte, ven. Porque así no tendréis ningún temor. Y si no tenéis miedo y creéis en vosotros mismos y os escucháis, sois los números uno. Todo lo demás está detrás de vosotros. Es vuestra vida, vuestra película. A la mierda todo lo demás”.
Los fracasos son experiencias vitales y enriquecedoras que sabiéndolos manejar serán un trampolín a una estabilidad y el éxito bien logrado, sin pretensiones o riquezas, a veces el solo estar tranquilo y disfrutar de la vida es en sí ya símbolo de éxito. De igual forma los fracasos encierran una enseñanza, tanto sobre nosotros mismos como sobre nuestras circunstancias, se trata de fracasos que nos transforman porque nos permiten conocer una fuerza interior que desconocíamos.
Fracasar nos permite darnos cuenta de que es posible empezar de nuevo y salir adelante. Nos hace más fuerte y nos empodera, permitiendo que sepamos quiénes somos realmente, de qué somos capaces y hasta dónde podemos llegar en la vida.