Es habitual que ante situaciones de desesperanza o melancolía escuchemos a gente cercana preguntarnos por nuestro propósito de vida. Desde cierto punto es correcto hacer dicho cuestionamiento, ya que permite dilucidar qué camino desea esa persona y de cierta forma guiarlo a aclarar sus dudas para llega a alcanzarlo.
Desde muy niños, nuestros padres nos sitúan en el camino de lo que debe ser el orden “lógico” de la vida; entrar al jardín, aprender los números, colores, formas; para luego pasar a cursos más avanzados en donde debemos poder decir las tablas de multiplicar al derecho y al revés, conocer todos los presidentes que ha tenido nuestro país; entre otros muchos temas que el colegio nos dice debemos aprender, porque simplemente ese es el propósito de pasar por él, formar personas que sepan sobre matemáticas, ciencia, física, sociales y muchas más. El aprendizaje de nueva información siempre será bien recibido en cualquier etapa de la vida, ya que nuevas ideas permitirán que el cerebro se desarrolle y se ejercite para eventualidades, sucesos, reflexiones y demás momentos que requerirán de una mente entrenada y ágil.
Después de cumplir con la etapa del colegio, viene la etapa donde los padres sienten que una vez su hijo elija lo que va a ser por el resto de su vida, la carga como padres “disminuirá” un poco, de alguna forma piensan que su hijo en el camino de la vida está <<más allá que acá>> y sentirán que su propósito como padres se encuentra alcanzado, como cuando se juega un nivel de Mario Bross. Una vez pasan los años de estudio profesional, parciales, trasnochadas, notas, fiestas, amor y rebeldía; se recibe el tan anhelado y sufrido diploma que certifica que usted pasó otros 5 años en un lugar educativo formándose para ser una persona de bien y profesional.
Cumplido este otro ítem del listado que establece la vida se debe cumplir, se viene el análisis del siguiente propósito; trabajar, contabilizar los días del año que falta para las tan anheladas vacaciones, buscar el ascenso, aumento de sueldo. Una vez conseguidos uno o todos de estos, viene la pareja, el matrimonio; entonces como ya se casó los hijos, la casa propia y así en una insuperable y agotadora lista de “cosas por hacer” presentadas como insatisfacciones de su vida, para que usted salga y quiera ir por ellas.
Hasta este punto hemos hecho un listado de lo que desde siempre se ha entendido debe ser la vida, de los propósitos que “deben” tener los seres humanos durante su paso por este mundo. Sin embargo y para sorpresa de muchos, todas esas etapas que configuran un ser humano exitoso, no son del todo ciertas. La razón es simple, en ese afán e insatisfacción (como si este último estado nos diera placer) constante, el ser humano se centra más en vivir pendiente de un futuro que aún no tiene y se siente obligado de conseguir porque esos deben ser sus propósitos, pero se olvida que de hecho el propósito más importantes debe ser vivir la vida a plenitud y estar bien.
De esta manera y pasando brevemente por lo que es o ha sido también las etapas de su vida, es importante hacer la siguiente pregunta. ¿Ha sido realmente feliz y se ha sentido pleno como ser humano durante cada etapa que vivió? Siente que aprovecho cada momento por el que pasó sin tener la necesidad de pensar ¿Qué vendrá después? Este en nuestro punto, el único propósito que debemos tener los seres humanos, deberá ser feliz en el presente, en lo que hace y quiere; dejemos de ver la vida como una lista de mercado y dedíquese a ¡Vivir Feliz!